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martes, 20 de noviembre de 2012

Alejandro Jodorowsky - Spicomagia ebook pdf






Con alegria para ti mi Shaki.


A.J.
Habiendo vivido muchos años en la capital de México tuve oportunidad de
estudiar los métodos de aquellos a los que se les llama «brujos» o «curanderos».
Son legiones. Cada barrio tiene el suyo. En pleno corazón de la ciudad se alza el
gran mercado de Sonora, donde se venden exclusivamente productos mágicos:
velas de colores, peces disecados en forma de diablo, imágenes de santos,
plantas medicinales, jabones benditos, tarots, amuletos, esculturas en yeso de la
Virgen de Guadalupe convertida en esqueleto, etc. En algunas trastiendas
sumidas en la penumbra, mujeres con un triángulo pintado en la frente frotan
con manojos de hierbas y agua bendita a quienes van a consultarles, y les
practican «limpias» del cuerpo y del aura... Los médicos profesionales, hijos
fieles de la Universidad, desprecian estas prácticas. Según ellos la medicina es
una ciencia. Quisieran llegar a encontrar el remedio ideal, preciso, para cada
enfermedad, tratando de no diferenciarse los unos de los otros. Desean que la
medicina sea una, oficial, sin improvisaciones y aplicada a pacientes a los que se
les trata sólo como cuerpos. Ninguno se propone curar el alma. Por el contrario,
para los curanderos la medicina es un arte.
Le es más fácil al inconsciente comprender el lenguaje onírico que el lenguaje
racional. Desde cierto punto de vista, las enfermedades son sueños, mensajes
que revelan problemas no resueltos. Los curanderos, con una gran creatividad,
desarrollan técnicas personales, ceremonias, hechizos, extrañas medicinas tales
como lavativas de café con leche, infusiones de tornillos oxidados, compresas
de puré de papas, píldoras de excremento animal o huevos de polilla. Algunos
tienen más imaginación o talento que otros, pero todos, si se les consulta con fe,
son útiles. Hablan al ser primitivo, supersticioso, que cada ciudadano lleva
dentro.
Viendo operar a estos terapeutas populares, que a menudo hacen pasar por
milagros trucos dignos de un gran prestidigitador, concebí la noción de
«trampa sagrada». Para que lo extraordinario ocurra es necesario que el
enfermo, admitiendo la existencia del milagro, crea firmemente que se puede
curar. Para tener éxito, el brujo, en los primeros encuentros, se ve obligado a
emplear trucos que convencen a aquél de que la realidad material obedece al
espíritu. Una vez que la trampa sagrada embauca al consultante, éste
experimenta una transformación interior que le permite captar el mundo desde
la intuición más que desde la razón. Sólo entonces el verdadero milagro puede
acontecer.


Comencé entonces, con gran prudencia en mis lecturas de Tarot, cuando el
consultante se preguntaba cómo solucionar un problema, a recetar actos de lo
que llamé «psicomagia». ¿Por qué no «magia»?
Para que su primitiva terapia funcione, el curandero, apoyándose en el
espíritu supersticioso del paciente, debe mantener un misterio, presentarse
como propietario de poderes extrahumanos, obtenidos por una secreta
iniciación, contando para curar con aliados divinos e infernales. Los remedios
que da deben ingerirse sin conocer su composición y los actos recomendados
deben realizarse sin tratar de saber el porqué. En la Psicomagia, en lugar de una
creencia supersticiosa se necesita la comprensión del consultante. Él debe saber
el porqué de cada una de sus acciones. El psicomago, de curandero pasa a ser
consejero: gracias a sus recetas el paciente se convierte en su propio sanador.
Esta terapia no me llegó como una iluminación súbita sino que se
perfeccionó, paso a paso, en el transcurso de muchos años... Al comienzo
parecía tan extravagante, tan poco «científica», que sólo pude experimentarla
con amigos y familiares... De vez en cuando, en mis conferencias en París, hacía
referencia a ella... Cierta vez fui invitado al centro de estudios fundado por el
maestro espiritual Arnaud Desjardins. Este, que se había enterado de mis
búsquedas, me preguntó si podía solucionar un mal que padecía su suegra, un
eczema en la palma de las manos... Pensé que la señora, al mostrar sus manos
afectadas, hacía un gesto de petición, pues se sentía excluida de la pareja que
formaba su hija. Le pedí al Maestro que él y su esposa, delante de la enferma,
escupieran abundantemente sobre un montoncillo de arcilla verde para esparcir
luego la pasta resultante sobre el eczema. El mal desapareció rápidamente.
Gilles Farcet, un joven discípulo de Desjardins, aconsejado por su guía vino a
verme, con el pretexto de una entrevista, para conocer mis extrañas teorías. De
nuestro encuentro resultó un pequeño libro en forma de biografía, titulado La
trampa sagrada, que conquistó a un buen número de lectores.

pdf ebook.

3 comentarios:

  1. CARNAL LA CONFERENCIA ES PARA EL 15 DE DICIEMBRE TODOS ESTAN INVITADOS, PERO HAY QUE CONFIRMAR 10 DIAS ANTES PARA EL HOSPEDAJE CUIDATE

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  2. Gracias Nuevamente, aclaro que el ultimo MIRROR es el que funciona

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